Carmelitas Descalzos: en el Líbano falta todo, lo único que queda es la fe

En una entrevista concedida a Vatican News, el Padre Raymond Abdo, provincial de Líbano y Siria de los Carmelitas Descalzos, comparte sus sentimientos sobre la situación del país y da testimonio de la desesperación que alcanza cada día a más familias.
Ciudad del Vaticano

«La situación en la que se encuentra el país es el resultado de varios años de especulación económica y de un proceso más amplio que sitúa al Líbano en una región que engloba a varios países, todos ellos en crisis, y en la que no se respetan los valores humanos y espirituales ni los derechos de la persona. El Padre Raymond Abdo recibe a Vatican News en su casa de Beirut, en el Convento de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Hazmieh. El lugar, que se está renovando actualmente, es un centro de espiritualidad donde muchas familias se reúnen para compartir un tiempo con los Carmelitas Descalzos.

El 75% de las familias viven en la pobreza
El Padre Raymond no se lanza a un análisis político: «Aquí es muy complicado», se limita a comentar, «pero desde un punto de vista cristiano, siempre hay fuerzas desconocidas y anónimas que pueden crear este tipo de desesperación en la gente». Para describir en pocas palabras la situación en la que se encuentran los libaneses, explica que la clase media prácticamente ha desaparecido: «las familias han perdido todos sus ingresos, incluso el dinero que tenían en el banco, que era el fruto de su trabajo, el resultado de una vida. Para los que trabajan, el salario ha perdido el noventa por ciento de su valor. Como resultado, ya no tienen capacidad para satisfacer las necesidades básicas de sus familias. Así, añade el Carmelita, “el setenta y cinco por ciento de las familias libanesas han caído por debajo del umbral de la pobreza”.

Una economía decadente
Si tomamos algunas cifras, un salario equivalente a mil dólares antes de la crisis permitía vivir con dignidad. Hoy, el mismo salario en libras libanesas sólo vale ochenta dólares, y al mismo tiempo todos los precios de los alimentos ordinarios han subido. Comprar queso, jamón o carne se ha vuelto imposible. «Nos hemos hecho vegetarianos por necesidad», nos dijeron en las calles de la capital. Para un tanque lleno de combustible de unos cuarenta y cinco litros, se necesitan ochocientas mil libras libanesas, «el equivalente a un salario básico», dice el padre Raymond.